jueves, 21 de enero de 2010

Una capitalista con vocación de hippie



Claro que contribuyo al sistema. Amo los cafés del Starbucks, voy cada vez que puedo al cine Hoyts, compro una que otra vez en Almacenes Paris…pero también es cierto que a pesar de mi cuota capitalista, tengo vocación de hippie.
No me gusta el consumismo; me niego a tener más de un par de zapatillas, y las únicas que tengo están tan roñosas que mi mamá lo único que quiere es que las cambie. No voy al McDonald’s hace por lo menos cinco años, porque decidí que no estoy dispuesta a comprarle comida inservible a semejante empresa. No he tomado bebida en esos mismos cinco años por la misma razón, y desde que supe que Mars experimenta con animales, no he probado los Skittles que tanto me gustaban.
Por otro lado, creo en la gente y no tengo miedo a desilusionarme de ella, porque sé que sea como sea, juntos podemos construir un mundo mejor. Estoy convencida de que el día en que perdamos nuestra fe en las personas, va a ser el día en que lo perdamos todo.
Creo que la paz y el amor son dos conceptos fundamentales, por mucho que mi carácter agresivo sea una muestra de lo contrario. Trato de reprimir mis impulsos, pero realmente me cuesta demasiado. Aunque la verdad es que creo que una cuota de agresividad para lograr cosas mayores no está de más, siempre y cuando esa agresividad tenga un límite, respetando los derechos y la dignidad de los demás.
No creo en el dinero y me carga que la gente viva en pos de él, pero también entiendo que aquí y ahora, no hay muchos caminos.
Creo en la tolerancia como pilar fundamental en una sociedad, y ya que somos seres sociales, no sé de donde sacamos cara para ser intolerantes. ¿Quieren que todos seamos iguales? ¿Todos blancos, todos negros? ¿Todos heterosexuales?
Si fuera así, la vida tendría bastante menos sentido del que tiene, y creo que sería demasiado aburrido. Si nos convertimos en una sociedad tolerante, vamos a haber dado un gran paso.
Creo en los derechos de la pacha mama, y soy una ferviente defensora suya. Le digo no a las represas, y nunca me podrían hacer cambiar de opinión sobre el hecho de que un desarrollo insustentable es el peor camino que podemos tomar.
Sí, claro que contribuyo al sistema. Pero cada día lucho porque ese lado mío se minimice, y aflore mi otra parte.