martes, 4 de mayo de 2010

Cuando ya ni sé

Uno de esos calurosísimos días de enero del 2010. Al subir a la micro sientes cómo tu capacidad pensante no está en sus mejores momentos, y el sueño te embarga. Ruegas por encontrar un asiento vacío, porque no tienes ningún interés en pasarte la media hora de viaje parada, tratando de no caerte con cada frenada brusca en esta desquiciada ciudad.

No has avanzado mucho por el pasillo cuando ¡Bingo! Hay un asiento esperándote y nadie más parece quererlo. Te sientas, y vas mirando cada cara que sube en el resto de los paraderos, confirmando con satisfacción que varios encuentran asientos, y los que no, son personas jóvenes, y que aunque quisieras darles el asiento, se negarían a tomarlo.

Pero más o menos a la altura de San Diego, sube un puñado de gente, ni muy vieja ni aparentemente enferma, y no encuentra asiento. Uno de ellos te llama la atención. No es de edad muy avanzada, pero se nota en cada músculo de su cuerpo, que está más cansado de lo que tú podías haber estado en mucho tiempo. Llamas su atención con la mano, y le preguntas si quiere sentarse ahí. Él te mira con gratitud, pero te dice que no es necesario. Insistes, porque sabes que él merece estar sentado más que tú, y cuando al fin te paras para que lo use, una mujer joven, poco mayor que tú, te da un leve empujón y toma el asiento. La miras con sorpresa, y le dices que te disculpe, pero que tú solo te paraste para que ese caballero se sentara. Te mira con inexpresividad, y vuelve la cabeza para el otro lado. “¿Disculpa? Ese asiento es para este señor, no para ti”, le dices, sin obtener mayor respuesta. El señor te dice que no te preocupes, que no hay problema, y viendo que la mujer no tiene interés en ponerte atención, le dices a él que lo sientes mucho. Te pasas el resto del viaje mirándola fijamente a la cara “para que por lo menos te sientas incómoda por lo que acabas de hacer” y ella no deja de mirar la ventana.

A los minutos de viaje, ves que saca una maquinita de esas que tantas veces le has visto a tu abuelo diabético, que mide la glicemia. Se pasa mucho rato tratando de ponerle pilas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me imaginé cada detalle de la narración. Buena entraadaa!
saludos :)